PEOPLE Alumni in the News: Carlos Edwardo Gacharná
Published by La Comunidad Newspaper
¡Hola! Mi nombre es Carlos Eduardo Gacharná y soy colombiano. Nací en Bogotá, Colombia, pero mi familia se mudó a Madison cuando tenía siete años. La historia de mi familia es chistosa: mi abuelo era de origen irlandés, pero nació y creció en Green Bay (Wisconsin) y era el menor de diez hijos. Su papá era granjero de cerdos, pero no quería serlo, así que, con la ayuda de su familia, se alistó en el ejército para participar en la guerra en Corea. Por este motivo, después tuvo la oportunidad de estudiar en la universidad gratis y se graduó en geología. Consiguió un puesto en Texas y, desde ahí, lo mandaron a Colombia a buscar petróleo. Su plan originario era ganar el dinero suficiente para comprar un carro y volver a los Estados Unidos. Sin embargo, pasó que, mientras tanto, conoció a mi abuela, se casaron y nunca volvió a Wisconsin, se quedó en Colombia. Después, en los años noventa, con la violencia y la mala economía en Colombia, buena parte de mi familia materna se mudó a Wisconsin, a Madison más concretamente. Yo crecí en Madison, estudié en diferentes escuelas alrededor de Madison y terminé entrando en el programa People, que es un programa de becas para jóvenes sin recursos y de color en su mayoría. Terminé el programa, me gradué de la Memorial High school y me aceptaron aquí, en UW-Madison, en el programa de arte.
Ya en la escuela secundaria, pasaba todo mi tiempo libre en el taller de cerámica, de hecho, hice como ocho semestres de cerámica en dos años, hasta haciendo cerámica en Williamson Street, donde obtuve un puesto de técnico para conseguir créditos de universidad. Luego, descubrí que la dueña de este taller era la esposa del director del programa de cerámica de la universidad. Entonces, las puertas se empezaron a abrir inmediatamente. Conseguí otro puesto de asistente en un taller de vidrio y empecé a trabajar más con el vidrio, entrando, también, en el programa de vidrio de UW-Madison, que es el más antiguo del país. Además, trabajé como asistente de la directora del programa.
A los veinte años, empecé a participar en talleres de arte para jóvenes con problemas con la ley. Originalmente, tomé un curso llamado Service Learning and the arts para interactuar con la ciudad usando el arte. Comencé a trabajar con la directora de ReStart, que se ocupa de justicia restaurativa; los chicos que se meten en problemas con la ley pueden participar en estos programas y, básicamente, hacer murales colaborativos así que, al final del proceso, les quitan todas las multas. Es una manera de pagar su deuda con la comunidad de una forma constructiva, en vez de castigarlos y quitarles dinero. Además, es una prevención para que los nombres de estos jóvenes no entren en el sistema y acumulen un historial criminal. Yo mismo me metí en un montón de problemas cuando era más joven, aunque tuve suerte, y, por este motivo, ha sido muy interesante trabajar con este tipo de jóvenes y, además, siendo latino, me sentía muy conectado con los problemas de estos estudiantes, en su mayoría pobres, de color y de las afueras, donde yo mismo crecí.
La directora de ReStart tuvo que dejar el puesto y decidí responsabilizarme del programa. Colaboré con otra estudiante de Chile y con la biblioteca central y su programa the Bubbler, que en ese momento era totalmente nuevo y los responsables no sabían qué hacer. Seguí haciendo talleres en colaboración, también, con el Goodman Center. Ya estaba súper conectado con los artistas de Madison, así que, cada semana, había un artista con un tipo de arte y la idea era invitar a los estudiantes en centros como la Universidad de Madison para que lo conocieran y para que aprendieran que existían estos lugares, adonde un día podían volver. Me encargué de ReStart durante un año, en el que ofrecimos un taller semanal, y, después, me fui a estudiar a Brasil por otro año. Viví en Belo Horizonte y estudié en la Universidad de Mina Gerais en el programa de Bellas Artes. Conocí a mucha gente y entré en los movimientos artísticos del centro de la ciudad.
Me considero un organizador de arte pero, como todavía estaba aprendiendo la cultura, durante los seis primeros meses no hice mucho en este sentido. Tras este periodo, cuando ya me sentía más conectado, organicé una exposición. Un proyecto que demoró seis meses, así que se cumplió la noche antes de irme y tuvo lugar en una localización súper buena, con cuarenta artistas y con banda. Hicimos una fiesta grande, con más de trescientas personas. Después, me fui primero a Colombia de vacaciones y, luego, a los Estados Unidos, donde pasé por la depresión de volver.
Entonces, pasé mi último año de universidad, básicamente, metido en el departamento de vidrio, aprendiendo, también, a construir luz de neón. Siempre, he estado interesado en líquidos, colores y luces pero, en Brasil, me interesé por la religión. Conocí cuatro comunidades religiosas diferentes, todas cristianas, pero con expresiones diferentes. Me fui a una ceremonia religiosa de la comunidad evangélica, viendo este lado, que siempre me ha dado miedo y no me ha atraído tanto. Pero, también, conocí una comunidad donde había una señora que decía que recibía mensajes de la virgen cada domingo desde que tenía doce años. Es una comunidad donde nadie paga nada porque viven de donaciones. Todo esto fue al final de mi estancia en Brasil porque me enfermé de paperas y estaba muy contagioso y, finalmente, después de pasar nueve o diez días en cama, un amigo, que hacía un año que quería llevarme a esta comunidad, me convenció porque, además, curaban las enfermedades. Entonces, tomamos un bus de cinco horas y al llegar nos quedamos en una casa donde había unos quince huérfanos viviendo. Fui a un servicio, conocí a la señora y me pareció todo normal, católico y sin nada de diverso. No sé si la señora, realmente, recibe mensajes de la virgen, pero creo que está haciendo un trabajo espiritual importante para que la gente de la comunidad sea feliz. Creo que, tal vez, para ser aceptada como líder espiritual, una persona tiene que demostrar una cierta conexión con Dios para que le den crédito, incluso aunque no sea pura verdad.
También, fui a una ceremonia de una religión llamada candomblé, de origen africano, que se practica en Brasil. Lo compararía, un poco, con las santerías. Fue una experiencia fuerte, oscura, de captación de espíritus, en un área marginal de la ciudad. Tuve mi turno para hablar con la señora, que tenía un gorro enorme y fumaba cigarro. Me dio una vela para que la prendiera cuando lo necesitara. Cuando me fui escuché gritos (me imaginé que la capturó algún espíritu) pero, ni siquiera, miré. Seguí mi camino con un montón de preguntas y ninguna respuesta.
Después, conocí la Fraternidade Kayman, que practica una religión llamada umbanda, que mezcla aspectos africanos, cristianos e indígenas. Un elemento integrante de esta religión es la ayahuasca, que se toma como una bebida a diferentes niveles. Se toma con un ritual particular. Participé en un ritual y, en un primer momento, no tenía preguntas para el preto velho pero, después, hice una pregunta. Como estaba conociendo todas estas comunidades religiosas, pero no tenía ninguna respuesta, nada más curiosidad, pregunté si valía la pena lo que estaba haciendo, si estaba bien, porque vengo del catolicismo y, si uno no es católico, va al infierno. Él me dijo que sí, que estaba bien, que nada tenía que tener lógica ni sentido en aquel momento, lo importante era que estaba haciendo este camino de aprendizaje para mejorar mi entendimiento del mundo.
Entonces, tuve estas experiencias y, cuando volví a los Estados Unidos, no sabía cómo enfrentar todo esto porque, aquí, están todos desconectados de la espiritualidad o, por lo menos, la espiritualidad que hay aquí está fuera de contexto y la gente no respeta este tipo de cosas.
En el último año de universidad, tomé un curso de chamanismo con un profesor que conoce un montón de cosas, pero tiene más conexión con los indígenas de Wisconsin, mientras que yo tuve todas estas experiencias con comunidades latinas y religiones africanas. De todas maneras, el curso explicó mucho de lo que había visto, desde una perspectiva más objetiva, analizando las formas de las cerimonias y el impacto en el cerebro. Aprendí ciertas cosas, sobre todo, que cada religión tiene tres partes, que podríamos definir como: la cosmología (las creencias), los rituales (las cosas diarias) y la política. En los Estados Unidos, a nadie le importan las primeras dos partes, les importa quién eres tú en relación con ellos. Se ha perdido el lado del espiritualismo y la religión es solo una identidad política. Esta sociedad ha aplastado el lado espiritual porque no hay contexto.
Otra cosa que aprendí en esta clase es que los rituales de todas estas comunidades chamanes, ya sea en Siberia, en la Amazonía o en África, mejoran la velocidad del proceso de curación de un paciente, esto está probado científicamente. Así que hice un experimento, inventando un ritual. Lo estructuré tomando cosas de lo que ya había visto, sin apropiarme de ninguna cultura. Llegué con un bloque de hielo, luces negras y con una máscara. Le pedí a un estudiante que, mientras yo tocaba tambores, empezara a echarle vidrio fundido y, cuando el vidrio tocó el hielo, todos los colores salieron. Todo el mundo estaba mirando este fenómeno y era como fuera de lo cotidiano, de la realidad. El efecto de la ceremonia fue que todos se sintieron mejor, ¡fue un éxito!
2. ¿Qué tipo de arte haces?
La mayor parte del trabajo que hago hoy en día es explorar usando diferentes materiales (neón, vidrio, luces y líquidos), manipulando energías como metáfora de la espiritualidad. La moda, también, me interesa mucho, así que mi arte puede ser convertido en cualquier cosa como, por ejemplo, en ropa. No es nada más que una fotografía de lo que hago.
3. ¿Qué quieres transmitir y cuáles son tu inspiraciones?
Cada uno tiene su propia creencia pero, para mí, la única identidad eterna es nuestra energía, porque no puede ser destruida, nada más manipulada y transformada.
En los últimos cinco años, he perdido a muchas personas importantes en mi vida, mi mamá, mi abuelo, mi compañero de cuarto, y esto me ha ayudado a apoyar a los demás cuando pasan por estas cosas. Con el arte, quiero que los demás entiendan que todo se transforma y cambia. Cambiar con las cosas, en vez de esforzarse por mantener todo igual. Mucho de lo que estoy haciendo ahora con el arte es captar los momentos de transición. Siempre me ha interesado manipular los colores, las energías y el fuego.
4. Eres el director de 100arts. ¿Qué es? ¿Quién la fundó? ¿Por qué? ¿Cuál es su objetivo?
100arts está dentro de 100state, es su rama creativa. Es como parte de una organización que valora la intersección entre el arte, la educación y el mundo empresarial, y empujamos para crear espacio para artistas en el mundo profesional, como autónomos, educadores, mentores, administradores. Todos los artistas necesitan recursos. Organizamos exposiciones de arte, tenemos un programa de artistas en residencia, o sea, artistas que están fuera de la universidad y están dando sus primeros pasos para convertir su arte en una profesión. Somos un lugar de apoyo para estas personas. 100arts es para la gente que realmente quiere usar este recurso y la idea es crear infraestructuras para incentivar que estos jóvenes con talento se queden en Madison, aunque sea por un poquito más. Ahorita, estamos desarrollando el nuevo taller de arte. Las exhibiciones que organizamos siempre tienen un mensaje social.
5. ¿Cuánto y cómo el ser inmigrante afecta a tu arte y a los eventos que creas?
Tiene mucho que ver con el lado del servicio social que ofrezco. He trabajado como traductor de casos legales por un año. También, trabajé como instructor de español durante dos años. Siempre, estoy pensando no solamente en mi comunidad latina, sino también en los inmigrantes en general, intentando elevar a todo el mundo, mientras sigo mejorando. Por ejemplo, tenemos Motherlands para amplificar la voz de los inmigrantes en Madison, que me parece importante. Además, soy inmigrante como muchos otros que están alrededor de 100arts.
6. En tu página web he leído que el arte es un vehículo para educar. ¿Me puedes clarificar y ampliar este concepto?
Pues, para mí, el arte es un vehículo para la educación. Lo uso para enseñar porque es un lenguaje universal que todos pueden entender. Por ejemplo, un taller que me encanta enseñar es cómo hacer tiza que brille con luz negra porque es súper sencillo, es mezclando agua con tinta de marcatexto y con yeso nada más, luego se endurece y ya.
Pero, a través de este proyecto muy simple, tengo la oportunidad de enseñar a los jóvenes sobre los diferentes estados de la materia. Hablo de sólidos, líquidos, fluorescentes, de cambios químicos, de reacciones químicas, de energía cinética. Se puede enseñar un montón de cosas solo con el arte. Es un lenguaje universal que uno puede usar con cualquier persona, sin importar su nivel social o su raza, porque el arte impacta al ánimo.
Además, el arte, para mí, es un poema o un cuadro, que te dan la oportunidad de hablar de ciertos temas que son casi imposibles de mencionar en la conversación diaria. Si pensamos en el tema del existencialismo, de la muerte, la verdad es que nuestra sociedad no nos enseña a hablar de estas cosas, sin embargo, a través del arte es posible. Esto lo he aprendido al compartir mis traumas y mis cicatrices; además, ayuda a la gente a abrirse un poco más.
7. ¿Cómo son recibidos tu arte y los eventos que haces aquí en Madison?
Mucha gente llega a los eventos, mucha gente me felicita por el trabajo, pero cuando llega el tema financiero, ahí, está el problema. Crecí aquí y entiendo que en Madison no hay una cultura materialista. La gente que tiene dinero no compra un súper carro o una casa lujosa, así que es difícil convencer a estas personas de que gasten dinero en un cuadro de miles de dólares. Lo que he entendido es que la gente de Madison gasta su dinero en experiencias, o cosas útiles para viajar (un barco, una caravana…). Así que convierto la exhibición de arte en una experiencia, en una fiesta, ¡dado que soy colombiano! Y los madisonianos pagan por las fiestas y son bien recibidas. Es más fácil vender veinticinco copias de una obra por diez dólares, que el original por doscientos cincuenta dólares. Si uno quiere vender trabajo, aquí no hay mucho mercado, esta es la realidad. Así pues, también, mucho de lo que hago como artista es servicios. Tengo cuatro fuentes de ingresos y vender arte es la última. Realmente, un artista no tiene muchas razones para quedarse en Madison. La ciudad casi no apoya, el estado no apoya, el condado hace lo que puede, pero con muy pocos recursos y cada día menos, a causa del gobierno federal. Algo tiene que cambiar pronto.
8. ¿Cuáles son tus futuros proyectos?
A finales de septiembre, me voy para empezar una nueva vida en California, así que estoy aquí haciendo mis últimas vueltas, exhibiciones, proyectos, tratando de dejar todo listo para quien vaya a seguir con todo esto. Hemos recaudado como dos mil dólares para arreglar el espacio de 100State. Es el único taller comunitario de arte independiente de la universidad en el centro y será mi regalo a la comunidad.
En California, espero estar unos diez o quince años y, después, me encantaría volver a vivir en Sudamérica. No soy de aquí y, realmente, los valores de aquí no son los ideales para mí, pero no puedo volver allá sin nada. Necesito llegar a un cierto punto donde pueda usar los recursos acumulados aquí. Este es mi plan a largo plazo.
9. Gracias Carlos por mostrarme ese lado espiritual del arte, por compartir conmigo tu arte, tus traumas, tus heridas y tu historia. Es así que se crece, que se cambia y que se mejora cada día. Espero que la ciudad de Madison se dé cuenta de lo importante que es proveer de recursos y ayudas para que los artistas latinos se sientan estimulados para seguir adelante.
Por Chiara Mussari, La Comunidad